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Terry Eagleton: “El anticapitalismo sigue siendo una idea brillante”

Terry Eagleton: “El anticapitalismo sigue siendo una idea brillante”

Con una carrera académica que empezó en Cambridge para seguir en Oxford y acabar en Manchester, Terry Eagleton ( Salford , Inglaterra , 1943) se especializó en teoría y crítica literaria con un punto de vista marxista que ha desarrollado en más de cuarenta libros, entre los que está Por qué Marx tenía razón (Tigre de Paper / Península, 2011). Está en Barcelona para participar, hoy, en la Fira Literal.

A pesar de provenir de los estudios culturales, sobre todo de la literatura, acaba hablando de economía y de Marx...

¿Y de política, eh? En parte es porque académicamente me crie en Cambridge, donde hay una tradición, con gente como Raymond Williams, Leavis, Empson, incluso ­Eliot, por los cuales la literatura es un campo muy indeterminado que se extiende en muchas direcciones y una es la cultura. Después está la situación más bien ridícula de gente como yo, que fue entrenada para leer Shakespeare y resulta que hace proclamas sobre el modo de producción asiático... y reconozco que es bastante raro. Pero tiene que haber gente que ocupe un espacio intelectual general, sobre todo en este momento en que las universidades se rinden al por mayor a la especialización y a los tecnicismos.

La de Harvard corre el peligro de no poder hacer ni eso, ¿no?

Bueno, es que con Trump hay una cosa alarmante cada día, y la lógica tras la prohibición de los estudiantes internacionales es impedir el acceso a los que no estén de acuerdo con él, un paso adelante concreto en el camino hacia la abolición efectiva de la universidad humanista liberal. Las universidades siempre han intentado mantener una cierta distancia entre ellas y el resto de la realidad para desarrollar esta crítica humanista liberal, pero el problema es que, si mantienes una cierta distancia, no eres muy útil. En Estados Unidos, y menos en Europa, la propia existencia de una institución humanista liberal es un escándalo para estos estúpidos filisteos que dirigen nuestra sociedad. La medida de Harvard es, por las implicaciones que tiene, extremadamente alarmante, y podemos ver un futuro en el que, por ejemplo, las humanidades simplemente no existirán.

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Definirse como marxista no está muy de moda, hoy...

Francamente, no me importa mucho, hay muchas maneras distintas de ser socialista o anticapitalista, y de hecho yo no defendería a muerte un punto de vista específicamente marxista. La fortuna marxista sube y baja, pero el anticapitalismo sigue siendo una idea brillante, por mucha resistencia que haya. Lo que me sorprende bastante es que no mucha gente haya pensado en qué constituye ser marxista. Conceptos como comunismo, lucha de clases o la alienación del trabajo pertenecen a alguna otra tradición, pues hay muy pocas ideas específicamente marxistas, el marxismo siempre ha formado parte de una perspectiva de izquierda mucho más amplia, a veces más central, a veces menos.

Parece que vuelve a subir...

Uno de los pocos beneficios de los que la izquierda puede hablar en el último periodo es que su propio pensamiento se ha enriquecido de muchas maneras por el feminismo y cuestiones sobre el género o la etnia. Así que en un punto donde hay una recesión general de la izquierda, también ha habido, irónicamente, un cierto enriquecimiento intelectual de la izquierda, y la situación es muy mixta.

La distancia entre ricos y pobres se ensancha y las clases medias se empobrecen, pero resulta que la respuesta de muchos es votar cada vez más a la derecha.

Mucho de lo que Marx profetiza en el Manifiesto comunista sobre el aumento de las desigualdades se ha hecho realidad. Es cierto que mucha de la gente comprometida con la izquierda en los setenta y ochenta dejó de participar, y algunos se han ido a la derecha, pero muchos simplemente se rindieron porque dejaron de creer que era una posibilidad histórica, porque no se puede continuar para siempre sin esperanza.

¿Y el populismo?

Es una autocontradicción en el ­capitalismo: el neoliberalismo es fluido, globalista, relativo, provisional... postmoderno, si lo prefiere, pero no se puede dirigir un sistema así, la gente necesita raíces, estabilidad, comunidad, incluso nación, creencias, tradiciones... Si el neoliberalismo está ocupado desarraigando todo eso, habrá una reacción, no de la izquierda, sino de dentro del mismo sistema dirigido por el neoliberalismo. Es extremadamente interesante que ahora el sistema esté atrapado entre los trumpistas de un lado y los burócratas de la UE del otro.

El populismo neoliberal “La gente necesita raíces, estabilidad, comunidad, incluso nación, creencias, tradiciones...”

Muchos pensadores de izquierdas afinan el análisis, pero, ¿y las propuestas?

Es que los problemas no siempre tienen solución, y a veces no hay una manera obvia o sencilla de romper el sistema. Ahora bien, siempre he pensado que hay una vertiente kantiana del socialismo, que no es solo utilitarista, sino que hay que hacer aquello que crees que es correcto sean cuales sean las circunstancias, es decir, que hay que tomar una posición.

¿No cree en el optimismo, pero siempre queda la esperanza, no?

Mi libro Esperanza sin optimismo (Taurus, 2016) saldrá en catalán el año que viene, justamente. El optimismo parece una cosa temperamental, hay gente optimista como hay que tiene el pelo rojo, mientras que la esperanza es muy diferente. Sin embargo, es extraño que yo haya escrito eso, porque no soy aquello que llamaría una persona con mucha esperanza. Pero en fin, no sé nunca bien de dónde salen mis libros, simplemente surgen, es casi un proceso inconsciente.

Su carrera ha sido una lucha contra el postmodernismo.

Sí, y por muchos motivos, como esta terrible idea postmoderna de ser tú mismo: para ser o convertirte en tú mismo hace falta trabajar mucho, no es una cosa que te den así como así. Otra razón por la que mi bagaje católico se ofende con el postmodernismo es porque, esencialmente, los postmodernistas piensan que la convicción es dogmática. Es por esto por lo que tantos jóvenes, incluso en la manera en laq ue hablan, intentan evitar cualquier proposición sustantiva, y es un terrible error. Claro que existe el dogma, pero la convicción no es necesariamente dogmática, y parte de la convicción es estar abierto a equivocarse. Escribí en algún sitio que parte de lo que significa una proposición científica es que podría ser incorrecta, mientras que hay otras posibles afirmaciones ideológicas que no podrían ser incorrectas. Veo una conexión entre mi educación católica y casi una revuelta contra lo que podríamos denominar la sensibilidad del postmodernismo, donde, por ejemplo, está bien no saber qué crees. Tuve un tutor en Cambridge que era un hombre inmensamente civilizado, erudito y privilegiado, y no tenía ni idea de qué creía sobre nada. Lo sabía todo, lo había leído todo, pero siempre acababa la conversación diciendo: “Bueno, no lo sé”. Me costó mucho darme cuenta de que no lo necesitaba saber, no había ninguna presión sobre él. Ciertas personas en determinadas situaciones necesitan saber qué está pasando, él no. Yo sabía que había alguna diferencia entre nosotros, pero no lo podía formular. Cuando este tutor se jubiló, se convirtió en comerciante de vinos, y entonces, claro, todo fue cuestión de gusto.

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